Información sobre los problemas de erección

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Gran problema éste de las dificultades de erección. No tanto porque sea difícil de resolver, sino por el gran valor simbólico que tiene para el que lo padece. El hombre, educado desde niño para llevar la iniciativa, para ir de conquistador, de seductor, se ve siempre obligado a "cumplir", a cumplir en todo momento, a estar siempre dispuesto, a dar la talla. Ante semejante presión, la falta de erección le coloca en una situación humillante, descorazonadora. Problema que puede llevar a la depresión o puede destrozar una pareja. Bien merece la pena consultarlo, no importa el tiempo que se venga arrastrando el problema.

Para poder entender los problemas de erección bien conviene conocer cómo, cuándo, en qué especies, con qué función surge el pene, cuál es el mecanismo de la erección y por qué se baja. Pues bien, el pene fue un genial invento de los reptiles hace 300 millones de años. Ellos querían superar la dependencia del agua que peces y anfibios tienen para reproducirse, y así convertirse en amantes de secano. Para ello, desarrollaron una curiosa manguera que pudiera introducirse en el sexo de sus compañeras, para así depositar dentro de ellas su carga genética, su ADN. A su vez, las chicas reptiles inventaron el clítoris, situado justamente en la entrada de su sexo -en el punto de máxima estimulación- y dotado de una ingente cantidad de receptores sensoriales, de mensajeros del placer.

Pero... ¿y cómo habría de ser ese pene? En principio tendría que ser una especie de tubo o manguera que tuviera una cierta rigidez para poder penetrar en el aparato reproductor de su amada. De modo que el tal artilugio debería tener una consistencia considerable. Pero teniendo en cuenta que eran reptiles (de modo que se desplazan arrastrándose), hubiera sido realmente un engorro el tener que caminar todo el tiempo con un duro pene entre las piernas, ir todo el día con semejante estandarte por la vida... Su estandarte tropezaría a cada paso con el suelo o con la corteza de los árboles.

La erección

Así que los reptiles pusieron sus neuronas en danza, agudizaron su ingenio y mejoraron el anteproyecto inicial. De modo que se les ocurrió un ingeniosísimo mecanismo hidráulico mediante el cual no haría falta estar todo el día «empalmado», sino que se pusiera en acción únicamente cuando ello fuera necesario, cuando una moza reptil se insinuaba y se ponía «en postura». Sería entonces -y sólo entonces- cuando el inquieto y revoltoso pene saldría de la cloaca y adquiriría la dureza necesaria para lograr entrar en la cloaca de la moza reptil y poder dejar los espermatozoides en el interior del útero de ella.

Así, el resultado final fue un pene muy discreto, blandengue y bien resguardado, pero que adquiriera la consistencia necesaria cuando sus ardores sexuales lo hicieran necesario. De modo que a través de un ocurrente y sofisticado sistema de fontanería sexual, un mecanismo hidráulico convirtiese un discreto colgajo en un precioso juguete.

Pero los astutos reptiles no sólo inventaron una curiosa e inquieta manguera con la que depositar su ADN en el interior de las chicas reptiles, sino que además dotaron a su querida manguera de innumerables receptores sensoriales, colocados en su glande, los cuales transportan a lo más alto del placer. Fueron pues las y los reptiles quienes inventaron el coito y quienes además lo hicieron placentero.

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El pene de los humanos

Tan genial fue el invento desarrollado por los reptiles que cuantas especies han venido detrás han conservado con esmero tanto el pene como el clítoris. Tanto los mamíferos como los primates como los humanos.

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Exactamente igual que el pene de los reptiles, también el de los humanos es (afortunadamente) discreto y blandengue. Para estorbar lo menos posible al caminar, al correr o al realizar cualquier actividad no sexual.

La estructura del pene es fascinante, y al mismo tiempo muy simple. Aunque a simple vista no lo parezca, en realidad el pene es un órgano doble, compuesto de 2 cuerpos cavernosos (los que se inundan de sangre durante la erección) y un conducto para la salida de la orina. Una capa de piel recubre y protege a los 3. En su extremo, un glande atiborrado de receptores táctiles, es decir, de mensajeros del placer, hacen las delicias a sus dueños.

El pene no es únicamente lo que se ve, lo que sobresale fuera del cuerpo. Sus cuerpos cavernosos arrancan prácticamente desde el ano y cuando está en erección se le sigue perfectamente la pista detrás de los testículos hasta el ano. Sus raíces se adhieren firmemente a la base de la pelvis (al isquion), para ahí apoyarse en el momento de la erección.

En este esquema inferior de la estructura interna de un pene humano observamos cómo mientras permanece «dormido» apenas un hilillo de sangre se pasea por su interior a fin de aportar oxígeno y alimento a los tejidos del pene. La sangre entra a través de las arterias y sale a través de las venas.

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La erección del pene humano

Pero si se desea utilizar nuestra capacidad reproductora, el pene ha de ingeniárselas para hacer llegar el semen que fabrican los testículos hasta el interior de la vagina femenina. Y resulta que si el pene está blandengue no logra penetrar, porque se dobla y se tuerce.

De manera que cuando un estímulo da en el blanco y despierta el deseo sexual, un ingenioso mecanismo se pone en marcha. Inquieto él, se anima, se altera, se crece, se endurece, se calienta, levanta la cabeza, otea el horizonte y busca un refugio cálido y húmedo. Este proceso fisiológico ha despertado desde siempre curiosidad, expectación, atracción, sorpresa, asombro, admiración. A propios y extraños.

La excitación sexual puede desencadenarse a partir de múltiples estímulos: táctiles, visuales, imaginativos, olfativos, etc... Estos estímulos ponen en marcha una serie de mecanismos que van a producir diversas alteraciones: se acelera el ritmo cardíaco, la respiración, se produce un enrojecimiento de la cara, pecho, testículos y labios vaginales. Así pues, la excitación sexual ha de poner en marcha una serie de mecanismos que le den al pene la consistencia que necesita para poder introducirse en la vagina. Para ello, de la médula espinal van hasta el pene dos mensajes complementarios:

  1. De una parte, que las compuertas de entrada -las arterias- se abran complemente para que pueda entrar masivamente la sangre en los tejidos del pene.
  2. Que las compuertas de salida -las venas- se cierren herméticamente, para que la sangre que entra masivamente quede retenida y no vuelva de nuevo al torrente sanguíneo. Porque si importante es que se abran las entradas, tan importante o más es que se cierren las salidas. Para que la sangre quede retenida en el pene. Porque va a ser precisamente esa presión hidráulica que ejerce la sangre sobre los tejidos del pene lo que va a provocar la erección. Sin esa presión hidráulica, no habrá erección.
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Las arterias se dilatan, las venas se cierran.

Dado que los tejidos del pene son flexibles y elásticos, la presión hidráulica de la sangre entrante hace que el pene aumente en grosor, en longitud y en consistencia.

Es la erección.

Hemos dicho que la estructura básica del pene la componen los cuerpos cavernosos. Se llaman así porque en su interior contienen infinidad de celdillas, de pequeñas cavernas que cuando no hay excitación están prácticamente vacías, pero que como consecuencia de la excitación sexual se llenan de sangre.

La sangre acude a borbotones al pene, las arterias se abren de par en par, los cuerpos cavernosos se inundan, las compuertas de salida -las venas- están firmemente cerradas, la sangre de entrada sigue presionando, las elásticas paredes del pene van cediendo y este aumenta en grosor, en longitud y en consistencia. Es la presión de la sangre la que produce el aumento de tamaño y de rigidez en el pene. Es la erección, motivo de asombro y admiración para propios y extraños. Por cierto, no está de más señalar que este mecanismo se produce exactamente igual en la mujer. El clítoris se llena de sangre lo mismo que el pene e igualmente aumenta en tamaño y en dureza. Esto se aprecia con toda claridad. Las mujeres lo saben bien.

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Tras el orgasmo, las compuertas de las arterias vuelven a su tamaño habitual y al mismo tiempo las venas se abren para dejar que la sangre retenida vuelva de nuevo al torrente sanguíneo.

Este ingenioso mecanismo (inventado por los reptiles hace 300 millones de años) permite que el pene sea una pequeña, discreta, blandengue y manejable manguera que únicamente «despierta» cuando así se requiere.

Los problemas de erección

En todos los mecanismos y engranajes de todos los seres vivos pueden surgir problemas. En la digestión, en la respiración, en la locomoción... Y también en el mecanismo de la erección. Sin embargo, la presión social les impide a algunas personas el que afronten y traten sus trastornos sexuales tal como lo hacen con otros problemas que se les van planteando en su vida. Con racionalidad, con sosiego, y pidiendo ayuda cuando hay que pedirla.

De manera que los problemas de erección no se viven meramente como una dificultad para realizar el coito, sino como una incapacidad para «cumplir», «portarse como un hombre». Y es que los varones hemos exagerado la imagen del pene y de la erección, convirtiéndolos en símbolos de la masculinidad y de la potencia sexual.

Y ahora empezamos a pagar el precio de esa imagen de «terminator sexual» que hemos fabricado sobre nosotros mismos. Una inagotable máquina sexual, siempre potente, siempre dispuesta. Porque las que ponen las excusas son «ellas». Nosotros siempre estamos dispuestos.

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De hecho, a lo largo de la historia esta es la imagen que hemos proyectado de nosotros mismos: una especie de penes andantes.

Esto nos lleva a mirar con recelo nuestra entrepierna y a preguntarnos si nosotros seremos capaces de tantas maravillas como las que le hemos atribuido. A partir de ese momento el sexo deja de ser un juego, para convertirse en un examen, una prueba. Esto provoca un estado de agitación y ansiedad.

Y el miedo se nos cuela hasta la médula de los huesos. Tres son básicamente nuestros miedos sexuales:

  1. Miedo a no tener erección. O al menos una «buena» erección.
  2. Miedo a no poder satisfacerle si es que mi erección no es lo suficientemente potente.
  3. Miedo a que ella termine hartándose de mí y busque fuera lo que no encuentra en casa, lo que yo no le puedo dar. O sea, miedo a que me deje.
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Y el miedo nos lleva a ir evitando los encuentros sexuales, a inventar mil excusas para evitar el pasar por un mal trago. Nuestra autoestima se nos cae por los suelos, surgen los conflictos, los mosqueos, las tensiones.

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El diagnóstico

Cuando acude a consulta una persona con un problema de erección, lo primero y más importante es saber qué es exactamente lo que le ocurre -no a todo el mundo le ocurre lo mismo- y por qué. Es decir, hacer un diagnóstico que nos dé el alcance del problema y las causas.

Las razones por las que un varón tiene problemas de erección pueden ser de 2 tipos:

Un problema orgánico

Ya hemos explicado el ingenioso mecanismo hidráulico de la erección. Pues bien, en este mecanismo se pueden presentar dos problemas: un problema neurológico y un problema con los vasos sanguíneos. Es decir, puede que no lleguen correctamente las órdenes nerviosas que vienen desde la médula espinal al pene. Y puede también que las venas y arterias del pene hayan perdido su elasticidad y ya no respondan como debieran.

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En este esquema superior vemos la irrigación sanguínea del pene. Hemos dicho que el mecanismo de la erección es muy ingenioso y sofisticado. De modo que diversas enfermedades o hábitos dañinos para la salud pueden hacer que la fontanería se enroñe y no realice correctamente su función. Bien porque las arterias no se abren como debieran para que entre masivamente la sangre, bien porque las compuertas de salida (las venas) ya no consiguen cerrarse herméticamente. De manera que se produce una fuga venosa, por lo que la sangre entra en el pene pero no logra quedarse retenida. De este modo no hay presión hidráulica, no hay erección.

De manera que es necesario que las venas y arterias se encuentren ágiles, flexibles, elásticas, sanotas. Pero diversas enfermedades y hábitos como el tabaco y el alcohol pueden estropear nuestra fontanería sexual. Es bien sabido que los efectos del alcohol son enormemente dañinos para el funcionamiento sexual.

También algunos medicamentos -como por ejemplo los antihipertensivos- pueden producir problemas de erección.

Los estragos de la ansiedad

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Afortunadamente, en muchos de los problemas de erección la causa no es orgánica, sino fruto de la ansiedad. Todas las dificultades sexuales constituyen un problema y generan frustración y ansiedad. Pero en una cultura en la que todo el encuentro sexual gira en torno al coito, un hombre con problemas de erección es un hombre hundido en la miseria. Una sociedad acostumbrada a medir la virilidad en centímetros, en erecciones, en tamaño, no perdona. En tanto tienes, tanto eres. Si no, estás perdido. Un hombre sin erección es un gusano, un don nadie, una piltrafa. Objeto de burla, de chistes y cachondeo.

Y es precisamente la ansiedad la que se interfiere en la respuesta sexual, la que pone patas arriba todo nuestro sistema de fontanería sexual. La ansiedad, la inseguridad, el miedo, tienen el mismo efecto destructivo que los trastornos orgánicos: impiden que las venas se cierren, por lo que la sangre no queda retenida, sino que se fuga al torrente sanguíneo. Y se pierde la erección.

Pongamos un sencillo ejemplo: es algo así como cuando abres a tope los dos grifos de la fregadera -excitación-. Si el tampón del desagüe está puesto, el nivel del agua sube rápidamente -erección-, pero si el desagüe está abierto -ansiedad-, por mucha presión que traiga el agua, el nivel no puede subir.

Cuando no hay un trastorno orgánico -una enfermedad-, es siempre la ansiedad la que provoca la pérdida de la erección. Traducido: el miedo. Hay múltiples tipos de ansiedad sexual, ya que tenemos una muy variada fauna de miedos: miedo a que ella se ría del tamaño, miedo a hacerle daño, miedo al embarazo por no utilizar los anticonceptivos adecuados, miedo a que los padres nos pillen en plena faena, miedo a no saber hacerlo, miedo a eyacular pronto, y -sobre todo- el miedo a «no cumplir», a no responder a las expectativas sociales sobre lo que se supone que más necesita una mujer -la penetración-, sobre quién de los dos se supone que es el responsable del «éxito» o «fracaso» del encuentro sexual y sobre la manera en que se supone se ha de «comportar» el varón para satisfacerle a ella y salir graduado en sexo. Luego ya es el miedo a que me vuelva a ocurrir. Y al final, el miedo a que se harte de mí y me deje. Siempre el dichoso miedo. Todavía no hemos entendido que el sexo no es más que un juego.

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En definitiva, que puede haber muy distintas causas orgánicas y psicológicas que pueden acarrearnos problemas de erección.

Tratamientos

Los tratamientos son diferentes, en función de las también diferentes causas del problema. No obstante, durante las últimas décadas hemos asistido a una eterna pelea entre sexólog@s y urólog@s. Una guerra de cifras, una guerra de tratamientos, una guerra de protagonismos, una guerra por hacerse con la mayor parte del pastel. Poco a poco, vamos integrando las valiosas aportaciones de ambas ramas de la ciencia.

Si subyace un trastorno orgánico, es importante que el diagnóstico identifique y hasta cuantifique el problema. En estos casos, la medicación es muy efectiva.

Si la causa está en la ansiedad, el abordaje ha de ser diferente. Se trata de situar el encuentro sexual en otros parámetros, en un contexto de juego.

Las últimas medicaciones

Las medicaciones a aplicar en los trastornos de erección también han sufrido una transformación importante en las últimas décadas. Viagra fue la pionera, luego vinieron otras. Medicaciones que amplifican la propia erección de la persona. Medicaciones que permiten incluir la penetración en los juegos sexuales. Y que permiten eyacular dentro. Medicaciones que en base a sus resultados han supuesto toda una revolución en el abordaje y tratamiento de los problemas de erección.

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Medicaciones muy efectivas para los casos de personas con un trastorno orgánico, pero también en los casos en que no habiéndolo ayudan en un momento determinado a salir de un atasco provocado exclusivamente por la ansiedad. Medicaciones que al provocar la erección y permitir recuperar la penetración y la eyaculación, tienen como efecto colateral una recuperación asimismo de la autoestima, lo cual se traduce en un claro descenso de los niveles de ansiedad, lo cual a su vez permite recuperar la erección y prescindir progresivamente de la medicación. Hasta llegar a dejar de tomarla.

Es por ello que hay que analizar cada caso y aplicar -sexólog@s y urólog@s- el conjunto de recursos que sean más apropiados y más eficaces en cada caso. Lo importante es poder atender y ayudar eficazmente a la persona que acude a consulta.

En la Clínica Askabide llevamos más de 30 años ayudando a nuestros pacientes con problemas de erección. Si necesitas ayuda, nuestra unidad de sexología puede ayudarte. Ponte en contacto con nosotros o acude a nuestra clínicas.

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